Casi siempre comienza en los hogares. Ya se registran miles de casos en Vancouver, Hong Kong, Tel Aviv, Barcelona, Oaxaca, y se está propagando rápidamente a todos los rincones del mundo. Los kentukis no son mascotas, ni fantasmas, ni robots. Son ciudadanos reales, y el problema —se dice en las noticias y se comparte en las redes— es que una persona que vive en BerlĂn no deberĂa poder pasearse libremente por el living de alguien que vive en SĂdney; ni alguien que vive en Bangkok desayunar junto a tus hijos en tu departamento de Buenos Aires. En especial, cuando esas personas que dejamos entrar a casa son completamente anĂłnimas.
Los personajes de esta novela encarnan el costado más real —y a la vez imprevisible— de la compleja relaciĂłn que tenemos con la tecnologĂa, renovando la nociĂłn del vouyerismo y exponiendo al lector a los lĂmites del prejuicio, el cuidado de los otros, la intimidad, el deseo y las buenas intenciones. Kentukis es una novela deslumbrante, que potencia su sentido mucho más allá de la atracciĂłn que genera desde sus páginas.
Centuries after the last humans left Earth, the Exodus Fleet is a living relic, a place many are from but few outsiders have seen. Humanity has finally been accepted into the galactic community, but while this has opened doors for many, those who have not yet left for alien cities fear that their carefully cultivated way of life is under threat.
Tessa chose to stay home when her brother Ashby left for the stars, but has to question that decision when her position in the Fleet is threatened. Kip, a reluctant young apprentice, itches for change but doesn't know where to find it. Sawyer, a lost and lonely newcomer, is just looking for a place to belong. When a disaster rocks this already fragile community, those Exodans who still call the Fleet their home can no longer avoid the inescapable question: What is the purpose of a ship that has reached its destination?